"Centro de ocio infantil y juvenil", desconozco las actividades que ahora tienen lugar en el viejo edificio, en el cascarón.
Yo buscaba a una chica joven, casi una estudiante, con una bolsa amarilla de deportes, Montreal 76 y una hoja de arce canadiense, que se apresuraba a coger el tren en dirección a Hendaya.
Ni rastro, los reflejos del otoño se habían colado tras los cristales, con sus atractivos colores dorados.
Y la secuoya, también, pobre secuoya, solo un tronco pelado, con algunos hongos adosados. Un rayo hizo estragos, hace ya mucho tiempo, y fue muriendo.
Ya visité la de las Salesas, ahora me queda la del jardín botánico del Instituto, todavía...
Algo queda, nada muere del todo.
La estación, la secuoya y la chica de la bolsa amarilla.
Ya ve, Sor Austringiliana, qué juguetón el sol y como recuerdo a Antonio Machado, en "El tren":
Yo, para todo viaje—siempre sobre la madera
de mi vagón de tercera—,
voy ligero de equipaje.
Si es de noche, porque no
acostumbro a dormir yo,
y de día, por mirar
los arbolitos pasar,
yo nunca duermo en el tren,
y, sin embargo, voy bien.
Dónde más secuoyas yo he visto ha sido en Cabezón de la Sal, lugar de nacimiento de dos escritoras interesantes, Concha Espina y Matilde de la Torre. Allí hay un bosque de secuoyas y las que más recuerdo, a no ser que se haya distorsionado en mi memoria, son dos altas y grandes en el propio pueblo.
ResponderEliminarEn cuanto a la estación de Renfe de Burgos, siempre me ha parecido un edificio muy bonito, interesante y atractivo. Hace muchísimo tiempo que no he pasado por ahí, pero por lo que se ve en tu foto, sigue igual que siempre.
Besos
La estación vieja es una estación varada, sin trenes, pero ahí ves, mantiene su belleza en el cascarón respetado.
ResponderEliminarLa pobre secuoya ya ves.
Iré algún día a ese pueblo de Cantabria, al bosque de las secuoyas.
Besos