Agua y sol de abril, hoy niebla y vamos para mayo. Y es veintinueve, ay, el veintinueve que me obliga a cambiar el númerito. Bueno, qué más da. La "graveza" que no tenga prisa. Jorge Manrique...
El arrabal de senectud que espere, Sor Austringiliana.
María Ángeles Merino
El Día del Libro pasado por agua, busqué refugio en la librería y compré un libro por rápido flechazo.
Y me puse a leerlo, Sor Austringiliana. Ya le contaré.
María Ángeles Merino
El trigo ha ido creciendo, Sor Austringiliana. Mire qué bonito color tiene ahora. El ciprés, la tapia y el cerro. Siempre igual, siempre diferente.
María Ángeles Merino
En una pared lateral del Centro de Educación de Adultos Victoriano Crémer de Burgos, el que fue mi último lugar de trabajo, se colocó hace unos pocos años una obra de arte homenaje a los filólogos que dedicaron su tiempo y sus esfuerzos a estudiar las lenguas indoeuropeas.
Hay vándalos que consideran lo suyo más importante. Y no están muy seguros de que antes de pe se escriba eme.
No le extrañe que no les importe de los filólogos y las lenguas indoeuropeas, Sor Austringiliana.
María Ángeles Merino
Fue mi paseo con nieve de uno de abril, sol y otra vez nieve, como los copos de mis pensamientos.
Vienen y van, Sor Austringiliana.
María Ángeles Merino
Este lunes, antes de entrar en la clase de la universidad de los mayores, me recibió una blanquísima y tupida alfombra de margaritas, alegrías de la primavera.
Pero, un poco más allá, alguien había escrito en la pared un mensaje angustioso, más si era de mano de un joven. Tristezas.
Debajo hay quien se sorprende con caligrafía y estilo distinto.
Me puse a pensar historias. ¿Por qué tanta tristeza?
Te pones a pensar unos segundos y acabas llorando una hora.
¡Ya tie, ya ves!
¿O tiene razón?
