La han tirado. No era bonita, pero se coge cariño a lo que vemos cada día.
Desde la ventana, en mis últimos ocho años de trabajo, en el centro de educación de adultos Victoriano Crémer, me acostumbré a la vista, tras los magnolios, del muy histórico edificio de Capitanía General, o lo que sea ahora, y de este tan humilde, tan corrientito, el del bar, el "Cuatro Torres" o el "Donde Alberto", como queramos llamarlo.
Llevaba un tiempo apuntalado, era como un viejecito con muletas. En su último piso, no hace mucho que todavía resistía una academia de inglés, dando sus clases. El bar cerró antes, ante la inminente ruina.
El edificio llevaba unos días cercado, los árboles enjaulados también. Sus pájaros encerrados también, cantando más algres, ante una nueva tranquilidad que había de ser muy efímera.
Ya ve, Sor Austringiliana. Hace tiempo que paseo por un Burgos que ya no existe, nos pasa a la gente mayor de, pongamos, sesenta. Paseamos por dos ciudades a la vez, la de color y la de blanco y negro
Como fondo musical de esta entrada, pondría la canción infantil de la torre de Londres qque se va a caer, en inglés, claro. Como tal vez la cantaron los alumnos de la academia que resistió.
María Ángeles Merino
Algunos dicen que ese tipo de obras señalan el progreso de la sociedad, otros sostienen que de esa manera se pierde una parte de la memoria. Nunca se pondrán de acuerdo.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Mover ladrillos es mover dinero, tal vez la cosa vaya por ahí. Saludos J. A. García.
ResponderEliminarUsted tiene de todo menos de monja poetiza
ResponderEliminarDe todo, bueno y malo. Monja no. Ya se lo dije a usted.
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