Pienso que el árbol hueco de la orilla del río no puede vivir pero vive y allá arriba agita sus hojas.
Dentro cabe una persona, no hago la prueba, desconfío de refugios así. El agua sigue su camino.
Llevo un libro, como casi siempre, lo dejo posado sobre el tronco tetorcido, no se caerá.
Los libros si son un refugio, hay otros, no seamos "talibanes" de la lectura, eso no.
Las palabras de los libros tapan huecos, llenan vacíos; siempre queda un infinito por llenar, la oquedad de la vida es demasiado grande. "Ars longa, vita brevis" escribió no sé quién...huecos.
Huecos como el árbol del Arlanzon, que parece a punto de caer pero no cae. Y no sabemos nada del misterio de sus raíces de Hércules. No sabemos nada de nada.
Ya ve, Sor Austringiliana, huecos. Nunca los llenaremos.
María Ángeles Merino
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