El Viernes Santo suelo aprovecharlo para "colarme" en la Catedral de Burgos.
Sigo la marea de los asistentes a la procesión del "Desenclavo", llego hasta el Crucero y la Escalera Dorada, con una mirada hacia arriba a la estrella del Cimborrio, "mirabilia", y otra hacia el arcosolio donde duerme su sueño eterno el arcediano don Pedro Fernández de Villegas, con su dedo en el libro dantesco, no vaya a perder la señal. Más allá no se puede, es corta visita pero me compensa el sentirme como un personaje de Óscar Esquivias, inquieto por encontrar la puerta del Purgatorio.
Los de Protección Civil me piden que me aparte, que va a pasar la procesión. Yo sigo con la mía. Me siento un poquito en Santa Tecla, a mirar los angelitos del techo, rosados y juguetones.
La urna de cristal se muestra vacía.
Ya ve, Sor Austringiliana, la procesión fue dentro.
María Ángeles Merino
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