No romperemos la hora.
Y Dios no dejará de no ser Dios.
El hombre impío y el creyente bajo el mismo atronado cielo.
Murió para seguir vivo sin nunca dejar de ser un hombre.
Un hombre solo, con solo la palabra.
Y sus palabras derribaron los antiguos dioses.
El hombre alzo al hombre a los altares.
Resucitando el hombre para seguir siendo hombre.
(Agustín Merino)
Escuchamos el Aleluya de Haendel.
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