"Centro de ocio infantil y juvenil", desconozco las actividades que ahora tienen lugar en el viejo edificio, en el cascarón.
Yo buscaba a una chica joven, casi una estudiante, con una bolsa amarilla de deportes, Montreal 76 y una hoja de arce canadiense, que se apresuraba a coger el tren en dirección a Hendaya.
Ni rastro, los reflejos del otoño se habían colado tras los cristales, con sus atractivos colores dorados.
Y la secuoya, también, pobre secuoya, solo un tronco pelado, con algunos hongos adosados. Un rayo hizo estragos, hace ya mucho tiempo, y fue muriendo.
Ya visité la de las Salesas, ahora me queda la del jardín botánico del Instituto, todavía...
Algo queda, nada muere del todo.
La estación, la secuoya y la chica de la bolsa amarilla.
Ya ve, Sor Austringiliana, qué juguetón el sol y como recuerdo a Antonio Machado, en "El tren":
Yo, para todo viaje—siempre sobre la madera
de mi vagón de tercera—,
voy ligero de equipaje.
Si es de noche, porque no
acostumbro a dormir yo,
y de día, por mirar
los arbolitos pasar,
yo nunca duermo en el tren,
y, sin embargo, voy bien.