martes, 31 de diciembre de 2024

Donde se abrazan dos ríos.

 







Esta mañana, el paseo en compañía de la niebla, me ha llevado a donde se abrazan el río Vena y el río Arlanzón, el pequeño y el grande. Atrás queda San Lesmes y el puente llamado de de las Viudas, el Vena asoma desde un no muy largo soterramiento  y saluda al Paseo de la Quinta y al Museo de la Evolución.

Antaño hubo que encauzarlo para que no se desmadrara, entraba a pecho descubierto por debajo de un puente, o malecón, o lo que fuera, ahora desaparecido, con sus dovelas. 

Una foto antigua me llevó allí, no lo conocía, cómo cambian las ciudades, me cuesta orientarme espacialmente. Sí, ya está, la torre de San Lesmes, y un poco de la de San Juan, al fondo. 

Ya son uno, van en busca del Arlanza y del Pisuerga, el Duero llevará sus aguas al mar. 

Hoy no toca Jorge Manrique y la metáfora de nuestras vidas como ríos. Hoy vamos a entrar en un nuevo año y aprovecho para desear lo mejor a los amigos que pasan por aquí. 

¡Feliz 2025 a todos! 

Ya ve, Sor Austringiliana, ríos, vida, año nuevo. 

María Ángeles Merino

Gracias al grupo Fotos Antiguas de Burgos y al profesor Simonneau Manuel

https://www.facebook.com/share/p/d18aoFU8x8M1rYsQ/

jueves, 26 de diciembre de 2024

Un espejo imperfecto


 Ayer, al salir de casa, me miré en uno de los viejos espejos del vestíbulo, hice la foto y me preguntaba si el número de imágenes reflejadas sería infinito.

Un espejo dentro de cada espejo, una mujer de abrigo gris y gorro rosa miraría a otra igual que, a su vez, miraría a otra, a otra, a otra, y así hasta el infinito. La mujer cada vez más lejos y más pequeñita. Algo que solo se le ocurre a ignorantes en física, como yo. 

Busqué en "Alicia a través del espejo" , la del País de las Maravillas, la de Lewis Carroll, no estaba ahí la respuesta. A buen sitio vas a poner la era. La literatura no está para eso, María Ángeles, aunque el autor sea científico. 

Un "pitagorín" familiar me da la respuesta, no es así porque el espejo no es perfecto y me facilita una explicación "on line": 

"Si tuviéramos un espejo perfecto, las reflexiones serían infinitas... Sin embargo, siempre hay una pequeña pérdida en cada reflexión, principalmente debido a la absorción. Entonces, después de muchas reflexiones, la luz se absorbe por completo y, por lo tanto, las reflexiones terminan...". 

( Rajesh Menon , profesor de ingeniería eléctrica de la Universidad de Utah)

No hay espejos perfectos, no hay nada perfecto, nuestro conocimiento del mundo es más que imperfecto, pero es sano hacerse preguntas. Salí a la calle, con mi gorro nuevo, rosa. 

 El "pitagorin" refunfuñaba: "estos de letras...". 

Ya ve, Sor Austringiliana, una mañana del día de Navidad. 

María Ángeles Merino

https://www-livescience-com.translate.goog/physics-mathematics/can-mirrors-facing-each-other-create-infinite-reflections?_x_tr_sl=en&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=rq#:~:text=%22If%20we%20had%20a%20perfect,reflection%2C%20primarily%20due%20to%20absorption

miércoles, 25 de diciembre de 2024

Una niña mira desde Paloma 29


 Y me fui, a ver las luces de Navidad, qué bobería, con los ojos de la niña que miraba el mundo desde Paloma 29, qué bonito el dosel dorado que han puesto este año. 

 ¿Cómo eran las luces navideñas de 1964 ? ¿Las había? Los coches pasaban en dos direcciones, parece imposible ahora, y se desesperaba el guardia del orinal en la cabeza.

 Y dentro de poco, en Reyes, delante de mi ventana, qué bien se les veía desde lo alto, pintarrajeados y con barbas falsas, una suerte vivir en Paloma 29, pasaría la cabalgata y pronto a la cama con un "Jesusito que me duerma prontito". 

Mira, ahí enfrente, asoma la vecinita de tu misma edad, con su tiesa mamá, esa que jamás jugó contigo.

 No sé si todo es una jugarreta de la memoria, dicen que engaña la muy ladina, pero a la niña del balcón de enfrente sigo viéndola por la calle de la Paloma. Qué mayores nos hemos hecho, chica, a ver si un día nos tomamos un café.

Ya ve, Sor Austringiliana, la calle de la Paloma está muy bonita. Y todo el centro, este año han acertado. Feliz Navidad. 

María Ángeles Merino





sábado, 21 de diciembre de 2024

Una catedral dentro de una pompa de jabón.

Es raro el día que no paso delante de la Catedral de Burgos, unos pocos minutos, nunca el cielo y la piedra juegan a lo mismo, el pensamiento vuela en distintas direcciones. 

Hoy las burbujas navideñas de la Catedral me  llevan a "mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, como pompas de jabón...". 

El juego es atraparla y adentro,  la Catedral vuelta  burbuja, como una "pompa de jabón". Soplar un poco, a ver lo que dura. 

Antonio Machado sonreiría, seguro.






Ya ve, Sor Austringiliana, una catedral cabe dentro de una pompa de jabón. 

María Ángeles Merino

domingo, 15 de diciembre de 2024

Mañana de niebla.





 "No quiere usted dejarme ser yo, salir de la niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme: ¿conque no lo quiere?, ¿conque he de morir ente de ficción? Pues bien, mi señor creador don Miguel, ¡también usted se morirá, también usted, y se volverá a la nada de que salió...!"

Así se rebelaba el personaje Augusto Pérez, "ente de ficción". La niebla de la mañana del sábado me llevó a la nivola "Niebla" de Miguel de Unamuno. 

Recuerdo aquel día lejano en que una joven estudiante descubrió en un sencillo ejemplar de "Niebla" de la colección Austral, sin comentarios ni explicaciones, que un día Dios dejaría de soñarla. Y volvería a la nada de que salió.

"¿conque he de morir ente de ficción? "

Ya ve, Sor Austringiliana, la nada, la niebla nos lleva. 

Aquí conté mi primera lectura de "Niebla", fue cuando volví a leerla en el Club de Lectura de Alumni UBU. No se repiten las lecturas. 

María Ángeles Merino


viernes, 13 de diciembre de 2024

A un lado u otro de la trinchera

 





Ayer, en Círculo Creativo, estuvimos con el escritor y periodista Juan Soto Ivars, en diálogo con el burgalés Raúl Elena, disfrutando de su mirada irónica sobre la llamada "corrección política", "La trinchera de letras", a la que alude el título de su nuevo libro. Nos animaba a pasar al otro lado, muy peligroso lo veo, Juan. 

Empezó con un incorrecto premio Nobel noruego, siguió con la prenda bautizada como "fachaleco", de ahí a todo eso que ahora no se puede decir y que antes soltábamos por esa boca alegremente.

Conocí hace unos años, creo que en 2018, a Juan Soto Ivars, en la librería "Luz y Vida",  cuando Pedro Ojeda Escudero  nos lo presentó como periodista díscolo y autor de una novela distópica. Desde entonces no se me despinta cuando aparece en televisión, por cierto que me gustó aquella novela titulada "Crímenes del futuro". Y de aquel periódico fue fulminantemente despedido.

Ya ve, Sor Austringiliana, a un lado u otro de la trinchera.

María Ángeles Merino



lunes, 9 de diciembre de 2024

Cenicientas y Marcelas

 



Frente al Arco de Santa María, al comienzo del puente, ha brotado un adorno navideño en forma de carroza de Cenicienta y allá van a subirse y hacerse la foto, más las niñas que los niños, más las mujeres que los hombres; aunque sepan bien que el sueño de ir al baile a encontrar el príncipe azul, o la princesa azul, es una fantasía solo de cuento. 


Es literatura y existen muchas versiones, algunas antiquísimas. Se pierden en la noche de los tiempos, como se suele decir en frase hecha.

Y leyendo, estoy con Benito Pérez Galdós, en el Episodio Nacional  25 "La campaña del Maestrazgo", entre la barbarie de la primera guerra carlista, conozco a "la monja Marcela", un personaje galdosiano que bebe de otro cervantino que lleva el mismo nombre, una  "anticenicienta". 


Voy al capítulo 1, 14 del Quijote a recordar a aquella libérrima pastora Marcela que proclama:

 "Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos: los árboles destas montañas son mi compañía; las claras aguas destos arroyos, mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos...".

Marcelas en la soledad y Cenicientas que van al baile, nacieron libres. 

Como muy cerca está la escultura de la castañera, me viene a la cabeza que "nadie os va a sacar las castañas del fuego". Ya lo saben los niños y niñas, son cosas de los cuentos que cuentan mentiras para contar verdades.


Ya ve, Sor Austringiliana, "yo nací libre".

María Ángeles Merino

https://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/edicion/parte1/cap14/cap14_02.htm

lunes, 2 de diciembre de 2024

Sin miedo a los colores


Al caballejo le cuesta avanzar entre los montones de nieve de la calle Fernán González, delante de la puerta de Coronería. Caen gruesos copos y el hombre cuida de sí mismo y de su mercancía, ha de llegar a su destino y no lo tiene fácil. 

Adivinamos los relieves góticos, tal es la maestría impresionista del genial pintor. Es Sorolla y es una nevada imprevista de abril, en 1910. Y aceptó el reto de cambiar la paleta a colores pardos y blancos, aquí no hay mar, ni velas hinchadas al viento, ni niños mojados en la arena, ni naranjales o muchachas con flores. Pero venció, a pesar del frío; se lo cuenta por carta a su mujer Clotilde, qué gran mentora. 

Pintó la Catedral de Burgos con nieve por fuera y con temperatura glacial por dentro: Coronería, Pellejería, la capilla de los Condestables, una imaginaria procesión y un cielo diferente. 

Los canónigos le prestaron un solideo para abrigar la cabeza, qué cabeza la suya. Y qué ojo. 

Ahora podemos contemplarlos en una exposición temporal, en la misma Catedral. No os lo perdáis. Después de retratos de  gente acomodada y paisajes muy valencianos, con naranjas y muchachas de típicos trajes floridos, giramos y nos colocamos ante la austeridad pétrea de la Catedral de Burgos, con nieve y cielo gris, un contraste que nos hace gozar aún más de la pintura de Joaquín  Sorolla.

Ya ve, Sor Austringiliana, sin miedo a los colores.


María Ángeles Merino

https://catedraldeburgos.es/2024/11/27/todo-listo-para-la-inauguracion-de-pintar-sin-miedo-joaquin-sorolla-y-la-valencia-de-1900/

viernes, 29 de noviembre de 2024

Algo queda de la estación de tren y de la secuoya.


Ayer, en lugar de tirar para el Paseo de la Isla, crucé el puente, hacia la antigua estación de tren, en busca del árbol que decían el más alto de Burgos, la secuoya más ferroviaria, 1862.

"Centro de ocio infantil y juvenil", desconozco las actividades que ahora tienen lugar en el viejo edificio, en el cascarón.

Yo buscaba a una chica joven, casi una estudiante, con una bolsa amarilla de deportes, Montreal 76 y una hoja de arce canadiense, que se apresuraba a coger el tren en dirección a Hendaya. 

Ni rastro, los reflejos del otoño se habían colado tras los cristales, con sus atractivos colores dorados. 

Y la secuoya, también, pobre secuoya, solo un tronco pelado, con algunos hongos adosados. Un rayo hizo estragos, hace ya mucho tiempo, y fue muriendo. 


Ya visité la de las Salesas, ahora me queda la del jardín botánico del Instituto, todavía... 

Algo queda, nada muere del todo. 

La estación, la secuoya y la chica de la bolsa amarilla. 

Ya ve, Sor Austringiliana, qué juguetón el sol y como recuerdo a Antonio Machado, en "El tren":

Yo, para todo viaje
—siempre sobre la madera
de mi vagón de tercera—,
voy ligero de equipaje.
Si es de noche, porque no
acostumbro a dormir yo,
y de día, por mirar
los arbolitos pasar,
yo nunca duermo en el tren,
y, sin embargo, voy bien.
...

María Ángeles Merino







jueves, 28 de noviembre de 2024

Secuoya "de sombra y sueño".



 La secuoya centenaria de las Salesas resiste, inclinada y un tanto seca. Dicen que es un árbol que nunca muere por sí mismo, solo por la mano del hombre o de agentes externos. 

En mi ciudad, conozco tres secuoyas "sempervirens', qué música la del latín. En el jardín del Instituto López de Mendoza, en la estación antigua del tren y junto al convento de las Salesas de la calle Barrantes. A su sombra, con un libro o cuaderno, una maleta apresurada o un juego infantil. O ahora en el paseo de jubilada. Vida, más corta que la de este árbol. 

 "Enhiesto surtidor de sombra y sueño", no tanto  como el ciprés de Silos y el fervor es aquí de monjas que no de monjes. Y no se cae. Es una secuoya, tan cupresácea como el famoso ciprés. 

Me preguntó quién sembró secuoyas americanas en esta fría ciudad.

Ya ve, Sor Austringiliana, la vida en los árboles. Como aquel cantado por el poeta Gerardo Diego. Lo traemos a la memoria. 

María Ángeles Merino



domingo, 24 de noviembre de 2024

Para Santa Cecilia los ciento uno.

 





El señor Cayo, el recordado personaje de Miguel Delibes, nos enseñó a decir nuestra edad a la manera castellana y campesina, de cuando el santoral marcaba los días: "para San Juan Capistrano los ochenta y tres". 

Mi madre "para Santa Cecilia los ciento uno". Ella no lo expresó nunca así, pero antes siempre dejaba abierta la posibilidad de no llegar a su cumpleaños: "si llego". Ahora creo que ya se ha perdido con la cifra. El año pasado ya empezó a quitarse años. 

Y llegó a los ciento uno y disfrutó de que le hiciéramos un poco de fiesta. Y nos habló del ángel Clavel, el suyo, el que no figura en ningún santoral: "Es muy bueno y me va a ayudar".  Porque mi madre dice, a veces, que tiene miedo. "¿A qué tienes miedo mamá?" le pregunto y ella contesta: "a todo".

Y se abanica y no es por el calor. 

Y sonríe y se le avivan los ojillos con mi sobrina Paola, que le pregunta cosas de su ángel.

Ya he contado, en otras ocasiones, que mi madre se queja a su Santa Cecilia, nunca se le dio bien la música y las pasó canutas cuando, para su Magisterio de posguerra, tuvo que aprender la clave de fa. Eso y los bolillos, lo peor. 

Ya veis, ciento uno. Felicidades, mamá.

María Ángeles Merino


miércoles, 20 de noviembre de 2024

Me miro las manos






Ayer, completé mi paseo de la tarde en la exposición temporal del Museo de la Evolución: "Las manos mágicas". 

Sí, tan complejas y como si hicieran magia, "nuestro cerebro sabe muy bien lo que hacen nuestras manos", como dijo aquella maestra de maestros, la doctora italiana María Montessori. Y desarrolló un método educativo que ponía a los niños a manejar sus manos, algo extraño en la primera mitad del siglo XX. Ahora las escuelas de todo el mundo beben de las ideas de la gran María. 

Nuestras manos y la de los animales tetrápodos parten del mismo esquema; pero las nuestras llegan más lejos, desde las lascas y bifaces, que en la exposición podemos también observar. Sí, también el sangriento canibalismo, todo hay que contarlo. 

Sonaba un piano, me detuve más en algunas vitrinas, la mano humana es una obra maestra de la Evolución, de la Naturaleza o de Dios para los creyentes.

De la gran complejidad de la mano se viaja a la grandísima del cerebro, esa será otra historia, en otra exposición, anuncian 

Una mano gigante me señalaba duplicada entre espejos. Miro las mías. Carpo, metacarpo y falanges, qué cantidad de huesos y huesecillos. Hay que cuidarlas, son nuestro instrumento de precisión más  delicado. Y el brazo tira de ellas, como los hilos de una marioneta. 

El atardecer había dado paso a los rosas y morados en el cielo, a la vista desde el MEH, con la Catedral de Burgos; la que suelo atrapar con el móvil, nunca igual, siempre hermosa. 

Ya ve, Sor Austringiliana, nos miramos las manos, tan hábiles, tan capaces . Las de algunos más, como los pianistas o los pintores de miniaturas. O las de muchos que trabajan de sol a sol por un mísero sustento.

¿Y las tuyas, María Ángeles?

Escriben y trastean en este aparatejo, ayudan a leer, cuidan, cocinan, limpian, recogen, ponen en marcha electrodomesticos, tienden la ropa, riegan los tiestos, eligen y pagan compras, tiran la basura...

 Durante treinta y ocho años fueron a clase. Y cometieron equivocaciones. Confío en que los aciertos pesen más en mi balanza. 

Las manos aman, también. 


María Ángeles Merino

https://youtu.be/iNQ0PNwf1xU?si=NXQBb4a946qDnUlN