viernes, 29 de noviembre de 2024

Algo queda de la estación de tren y de la secuoya.

Ayer, en lugar de tirar para el Paseo de la Isla, cruce el puente, hacia la antigua estación de tren, en busca del árbol que decían el más alto de Burgos, la secuoya más ferroviaria, 1862.

"Centro de ocio infantil y juvenil", desconozco las actividades que ahora tienen lugar en el viejo edificio, en el cascarón.

Yo buscaba a una chica joven, casi una estudiante, con una bolsa amarilla de deportes, Montreal 76 y una hoja de arce canadiense, que se apresuraba a coger el tren en dirección a Hendaya. 

Ni rastro, los reflejos del otoño se habían colado tras los cristales, con sus atractivos colores dorados. 

Y la secuoya, también, pobre secuoya, solo un tronco pelado, con algunos hongos adosados. Un rayo hizo estragos, hace ya mucho tiempo, y fue muriendo. 


Ya visité la de las Salesas, ahora me queda la del jardín botánico del Instituto, todavía... 

Algo queda, nada muere del todo. 

La estación, la secuoya y la chica de la bolsa amarilla. 

Ya ve, Sor Austringiliana, qué juguetón el sol. 

María Ángeles Merino







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