Al cine o a los árboles? Es una foto de verano, de cuando en el Van Golem echaban El Cautivo. Ahora, al incluirla en una entrada del blog, me doy cuenta de lo rara que me quedó. Mi sombra, la orilla de la Quinta y la cartelera de la película de Amenábar, que tengo pendiente. Extraña mezcla. ¿O no? Como decía:
A saber, solo tenemos indicios, lo que tuvo que hacer Miguel para conservar la vida, pagar el rescate y salir del cautiverio. Al Bajá igual le gustaban los cuentos y encontró a Sherezade.
Qué bien, anclada en el sofa. No me decidía a salir, el jueves por la tarde.
Al final arranqué, tengo que ir a comprar un libro. Antes, paso por la exposición de Cajacírculo, en la Plaza de España: sobre el antiguo y desaparecido Palacio Arzobispal de Burgos, un mazacote que robaba vista de la Catedral.
Y lo vi, antes y después del derribo, allá por 1914, una ilusión de la Inteligencia Artificial: a ponerse las gafas de realidad virtual y cuidado que caen piedras, mira qué procesión con los gigantones y todo. Mentirijillas de la nueva tecnología.
Y compré Luces de Bohemia, para el Club de lectura de La Acequia y...vamos a andar un poco más, a hacer los diez mil pasos. Mira, suben señoras por la Puerta del Sarmental, alguna conferencia seguro, no tengo entrada.
Arriba con los escalones y pregunto, dan conferencia de arte, el de la puerta me deja entrar. A la capilla del Condestable, donde va a comenzar una charla sobre las vidrieras de allí mismo, las de Arnau de Flandes, que van a restaurar, costoso pero merece la pena.
La investigadora Doña Celestina Losada nos va a hablar de ello, las está estudiando, para el Ministerio de Cultura.
Fue interesante, una visión general de la Capilla, no demasiado de las vidrieras, que no cayeron con la explosión, yo pensaba que sí. Aquella, tan cargada de pólvora y con los soldados napoleónicos en retirada, las dañó gravemente.
Mis ojos disfrutaban de la estrella y de miles de esculturas y filigranas, toda la historia del mundo, en versión bíblica, para la última morada de doña Mencía y su esposo el Condestable de Castilla.
Primero, no pensaba salir, luego solo a comprar un libro, después a la exposición. Y acabé el día en la Catedral, bajo la estrella de ocho puntas y frente al retablo de la Purificación. Inmenso todo.Un poco de frío, pero no mucho. Hice bien en arrancar del sofá.
A casa. Por la calle de la Paloma, algunos jóvenes, y no tan jóvenes, ya iban de "juernes",
Ya ve, Sor Austringiliana, salir o no salir. Y terminé bajo una estrella.
Sin bastón, pero con alas. El bastón llegará, todavía no lo necesito, gracias. Las alas de leer y aprender, espero que me duren más allá del bastón. Un buen libro acompaña en el autobús.
Ayer, mis pies me llevaron a la orilla, un poco embarrada, del río Arlanzón, pasado el puente de San Pablo y en paralelo al Museo de la Evolución Humana (MEH).
Por la pintura trampantojo, allí me colé. Veía al elefante de poderosos colmillos, al rinoceronte como un tanque, al fiero león cavernario de dientes como sables. Qué vida tan dura y azarosa la de aquellos hombres y mujeres de la Sierra de Atapuerca, hace miles y miles de años, que lo del Cid es de anteayer.
Despues de un día ocupadísimo en buscar peligrosamente el sustento, la noche no llegaría exenta de miedos. ¿Y si ronda por ahí alguna de esas fieras? ¿Se atreverá a entrar? ¿Saldrá el sol mañana? ¿Se nos acabará la comida? ¿Vivirán nuestros niños? ¿Qué hacemos con los viejos y los que no pueden seguirnos? ¿Cazaremos algún animal? ¿Quedarán bayas, frutos, raíces, algo que echarnos a la boca? ¿Y animales muertos? ¿Qué hacemos con esos del otro lado de la sierra que nos levantan la caza?
Ahora, en medio de la noche, nos desvelamos y damos vueltas a la cabeza, no nos faltan miedos, no somos tan distintos al "antecessor" Miguelón, aunque nuestra vida sea más cómoda y no ronde por ahí ningún oso cavernario.
Y soñar, soñarían. ¿Para qué los sueños, batiburrillo de nuestra actividad cerebral? ¿O hay algo más, señores científicos o señores poetas? No existe un José, como el de la Biblia, que interprete los sueños al faraón.
Sigo mi paseo, por la orilla del Arlanzón otoñeada. Canta el agua y cantan los pájaros, lo natural nos esponja. Tengo que comprar algo de fruta en el mercado, me paro a hablar con una antigua compañera, esto está cada vez peor.
Viene de La arañita campeña, mi otro blog, el que suelo dedicar a cosas de libros, pero este de las croquetas también encaja aquí, como ráfagas de vida.
¡Las croquetas! Sabemos que entraron en España en la Guerra de la Independencia, con los franceses. Para don Benito, no son "asunto baladí", seguro que le gustaban. Y aquí estoy yo friendo mis croquetas, un gran invento francés, sin duda, crujiente por fuera y blandito por dentro.
Merece la pena leer y paladear este primer capítulo de Montes de Oca. También, aunque el tema sea militar y no gastronómico. el resto de la novela, dedicada a unos hechos ocurridos en Madrid, Vitoria, Pamplona y otros puntos de la geografía española, entre 1840 y 1841.
¡Ay que se me queman! No, las croquetas, tengan el relleno que tengan, yo prefiero las de jamón, no son cosa "baladí".
Ya veis, las croquetas, algo bueno vino con Napoleón. Galdos nos muestra que pueden andar entre la Literatura y entre la Historia.