Porque Pedro Ojeda nos pintaba un azul de cielo que dialogaba con un azul de la sierra. Y nos ofrecía un relato de dos amigos que pisaban nieve crujiente y escuchaban la música del silencio y el graznido de un águila. A nosotros, florentinos del coronavirus, refugiados tras las ventanas.
Gracias. Un día más.
Ya ve, Sor Austringiliana, el día a día de la primavera del coronavirus.