Camino de Santiago por la calle de San Juan y camino al revés, hacia San Lesmes. En esta ciudad mía todos son santos.
El sol da un empujón a los quince graditos, un niño parlotea alegre en brazos de su padre.
Paseo leyendo a Javier Cercas que se escandaliza de "El escándalo del cura de Valdepeñas". Y al arzobispo de Tarragona que opina: "buscar el rédito electoral en la inmigración es una trampa". No son santos, es cristianismo, sí Cristo, un "rojo".
Mientras: "Las llamas calcinan España en medio de una gestión caótica".
Paso fronteras: "La estrategia de Putin va más allá de la rendición de Ucrania" y en Gaza se quedarán "hasta que caigan las bombas".
Sin soltar el periódico, más el suplemento, juego en una "rayuela" que unos niños dibujaron en el suelo. Los locos del mundo juegan a la "rayuela", a la "tanga" decía una niña sesentera que se llamaba como yo. El "truque" también". Trucos todos.
Ahora el juego se corona con la palabra "DANCE", ya no entiendo ni a los niños.
Voy a casa, levanto a mi madre. Voy a hacer unas albóndigas, mi sobrina me da un "tupperware", una fiambrera que sabe idiomas. A la faena.
Unos metros del Camino de Santiago, ya me falta menos.
María Ángeles Merino Moya, un domingo 24 de agosto de 2025.
En unos metros, nuestro presente.
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