Dice la leyenda que en la noche de San Juan nace un gigante tan alto que puede alcanzar la luna.
Un gigante poderoso con efímera vida que cada año pretende acabar con la mágica noche.
Y es la luna del cielo quien libra la batalla con su séquito de sabias estrellas.
Y los restos del gigante son las hogueras del solsticio.
Si un año ganara este gigante y pudiera atrapar la luna y quitarle su mano plata y espumas.
Extenderia su oscuro manto en el cielo y ya no habría noche y sin noche desaparecerían los sueños.
Está noche sale el gigante y la reina a su encuentro.
El gigante armado de su descomunal fuerza y un cincel de puro fuego, la luna armada de su magia conjurando desde los más lejanos astros hasta el tardío lucero del alba.
Buscará el gigante una altísima montaña e intentará apresar la luna mientras a golpes de fuego va reduciendo la noche.
La luna en su estelar marmita prepara su conjuro y se puede ver lo que se ha derramado de su pocima por el blanco del cielo que llamamos vía láctea.
Y cada hoguera festeja la victoria de la noche más corta mordida por el gigante.
Otros dicen que es la ignea sangre del gigante que arde para bendecir el triunfo de los cielos.
Poco a poco las noches mágicas se recuperan, el mar se eleva en mareas y las estrellas inician su diaria y nocturna sonrisa.
Y en un año volverá el gigante y retornará la sin igual pelea.
Dicen que "Los tiempos que vivimos eran los mejores y no lo sabíamos". Ayer hacía la foto a los carteles del grupo burgalés LA M.O.D.A y recordaba el sentido comentario de la amiga Laura Mediavilla Martín Así son los recuerdos.
Alguien no se pudo aguantar sin estampar su firma grafitera. Cada loco con su tema.
No lo sabíamos. Cuando lo de ahora sea recuerdo...
Junto a la muralla, crecen florecillas rosadas y se solea despaciosa una lagartija. Me ve, se cuela en una grieta entre las piedras y desaparece. Escurridiza, como la vida misma, como las personas mismas.
Porque "Nadie sabe cómo es el alma de nadie", decía Sancho Panza en el Quijote. Se nos escapan.
Ya ve, Sor Austringiliana, almas como lagartijas.
Y novelas, ficciones, que sueñan con atrapar el secreto de las almas humanas.
Pero..."La novela es esa inestabilidad, inconstancia, incertidumbre de todo", leo en El verano de Cervantes de Antonio Muñoz Molina).
Con el Quijote y la radio, tres imprescindibles en un verano que comienza inestable, inconstante, incierto.
Decía que se solea una lagartija en la muralla del Paseo de los Cubos, en Burgos.