Ya veis: ha nacido el divino niño, que suenen los oboes y resuenen las "musettes", cantemos todos su llegada.
Cantemos para sentirnos niños.
María Ángeles Merino
Otro rinconcito para María Ángeles Merino, en diálogo con su Sor Austringiliana.
Ya veis: ha nacido el divino niño, que suenen los oboes y resuenen las "musettes", cantemos todos su llegada.
Cantemos para sentirnos niños.
María Ángeles Merino
Ahora las luces de Navidad llegan hasta aquí, hemos ascendido. O han estirado la Avenida del Cid de consumo: hasta la Salle hay compras navideñas, Cortefiel y Hermosilla; más allá para qué quieren luces, ni siquiera es camino del hospital, el Yagüe es un frondoso herbazal. Y me salen rimas sin querer, a Bécquer no le gustarían.
Bares, oro, bancos, telefonía, bazares y demás. Muchas fruterías. Y, al final, una funeraria.
Luces. A mis plantitas les da igual, esa luz no les sirve para nada.
María Ángeles Merino Moya en Burgos.
Burgos, 4 diciembre 2025.
Y, en la calle de la Paloma, los instaladores colgaban las luces de Navidad y uno de ellos recitaba a Machado.
Palabra.
"Caminante no hay camino, se hace camino al andar" decía a su compañero.
Don Antonio hubiera sonreído en el cielo de lis poetas.
Palabra.
Soy de poco espíritu navideño, pero a veces me vuelve la ilusión infantil, la de la niña que vivía en Paloma 29.
Quedan muchos cables por colocar. Y bombillas.
Ya ve, Sor Austringiliana, luces y palabras de poeta.
María Ángeles Merino Moya
Hace cinco años, uno de diciembre, paseaba con mi sobrina Paola, envueltas en un atardecer de fuego, rojo, rojo, junto al puente, mira qué nubes, a ti te salen mejor, haz tú la foto.
Y ahí estoy, también de colorado, capucha y la mascarilla no andaría lejos, seguro. Pasa el tiempo, vuela. Uno de diciembre, no sé lo que traerá hoy el atardecer...
Ya veis, los incendios del cielo.
María Ángeles Merino
Y lo que trajo fue algo semejante, pero creo que llegué tarde a los incendios.
Esta tarde me he encontrado con la comitiva que acompañaba al arzobispo emérito de Burgos Francisco Gil Hellín, a su última morada en la Catedral, en la capilla de Santa Ana. Las campanas tocaban a muerto y allí iban los restos mortales de don Francisco, precedido de arzobispos, curas, familiares y monjitas de Iesu Communio, las del hábito vaquero. Curiosos a los lados de la Plaza de Santa María pero no demasiados, nada que ver con esas fotos antiguas de carroza con catafalco y el difunto al aire, rodeado por el pueblo llano curioso. Ahora no, ahora es un coche de la funeraria como todos, con coronas como las de todos y dentro del ataúd. no sé si de alta gama, qué más da.
Lo han entrado por la Puerta de Santa María y lo han conducido al Altar Mayor, donde iba a comenzar la misa. En estos casos pido permiso, me dicen "puede usted pasar si va al sepelio", otra cosa si va de turista. Ya no hice más fotos porque se me acabó la batería. Y no me iba a quedar, porque mi hermano, a las seis y media, iba al gimnasio, que es mejor no dejar a mamá sola.
Al salir, los turistas miraban al Papamoscas y yo , llevada de una ilusión infantil, también parada, dispuesta a abrir la boca. Pero nada, el célebre autómata no abría la boca, el martinillo quieto en el balcón. Un guía nos dice que lo han enmudecido temporalmente, para que no se oyera en la misa, precisamente a las seis. Bueno, creo que a don Francisco tal vez le hubiera gustado escuchar ese ," nin non" tan familiar para él; llevaba ya años fuera de Burgos, en su Murcia, más calentita.
Salgo de la Catedral, en la calle de la Paloma y Laín Calvo lo de cualquier tarde de sábado.
Al arzobispo emérito Francisco Gil Hellín le espera lo que nos espera a todos: un cielo prometido o una nada, o un fundirse con la Naturaleza, o camino de ser polvo de estrellas. Infierno de ninguna manera, siempre rechacé un Dios así de malo, tampoco purgatorio, ya purgamos bastante. Y limbo para bebés, qué tontería una guardería celestial. En la cripta de Santa Ana su cuerpo esperará, junto a otros que le precedieron, antes de la tumba definitiva.
En casa, se lo cuento a mi hermano y me envía por guasap su texto:
"Cuando el cielo no puede esperar.
Y entre el cielo y el infierno el tiempo del purgatorio se acaba y con él la trompetas de Jericó hacen caer cielo e infierno.
Cuánto descreído en desfila con jaculatorias y letanías, cuánto asustado acompaña .
Oropeles entorchados y púrpuras junto al poder temporal procesiona.
Solo recordar que se ha ido un hombre y como en todos los entierros todos morimos un poco.
Aunque alguno, parafraseando a un poeta, acompañado del humo de los altares."
(Agustín Merino)
Así es, Agustín, en todos los entierros todos morimos un poco. Y no preguntéis por quién doblan las campanas, doblan por ti.
María Ángeles Merino Moya
"En un mundo desenfocado.
Cómo ver con nitidez una supuesta realidad que a nuestros ojos burlona se presenta.
Entre nuestros ojos y ella, solo unas lentes que alguien de complicado nombre llamado optometrista, lejos de nosotros, ha graduado y nos deja elegir una montura para ser y en cuanto parecemos tal vez interesantes, misteriosos, sexys o solamente gafapastas.
Más allá, si es verdad o mentira más allá del color de sus vidrios, más allá de la nueva realidad que nos engaña, existen otras educacionales gafas livianas e invisibles para quien nos mira y los miramos.
Pero siempre tenemos que recordar que las primeras antiparras para comprender algo de este caleidoscópico mundo nos las dibujaron mágicamente nuestros maestros."
Texto de Agustín Merino.
Ayer, entré al jardín del Palacio de la Isla, forma parte de mi circuito habitual: mirar a ver si hay algo expuesto, poca cosa, un saludo a los escritores de Galaxia Crítica, uno muy especial a la sonrisa de José Antonio Abella, la pila ahogada de musgo junto a la casa del guarda, el estanque siempre seco, la tapia que da a las Salesas, árboles, hongos gigantes, ahora no hay flores locuelas amarillas...
Hice una foto con el móvil a la escritora Pilar Fraile, que la leeremos el mes que viene en el Club de lectura de La Acequia. Salían unas señoras de las que suelen ir a las presentaciones de libros, o a las exposiciones, no sé lo que hay hoy.
Al pasar delante de la fachada, en ese rinconcito histórico, en la ventana, me pareció ver algo, un reflejo tal vez.
¿Un fantasma? Noooo, sino un arbol que se miraba al espejo, el muy coqueto. No lo vi, pero pensé en aquel militarote, con gripe por cierto, que un día de abril redactó, ahí mismo, con tinta de odio, aquello que comenzaba: "En el día de hoy ...".
Porque están agitando ese fantasma y lo cuentan a los jovenzuelos, que con Franco se vivía muy bien y había libertad. ¿Libertad?
Aquella jovenzuela, de dieciocho años en 1975, os hubiera contado, no os hubiera gustado, literal. Chicos, que no os cuenten cuentos, estudiad Historia de la de verdad.
El viento agita los árboles. A la Historia la agitan las mentiras interesadas.
Ya veis, no lo veis, un fantasma. Ni caso, bro.
María Ángeles Merino Moya