La secuoya centenaria de las Salesas resiste, inclinada y un tanto seca. Dicen que es un árbol que nunca muere por sí mismo, solo por la mano del hombre o de agentes externos.
En mi ciudad, conozco tres secuoyas "sempervirens', qué música la del latín. En el jardín del Instituto López de Mendoza, en la estación antigua del tren y junto al convento de las Salesas de la calle Barrantes. A su sombra, con un libro o cuaderno, una maleta apresurada o un juego infantil. O ahora en el paseo de jubilada. Vida, más corta que la de este árbol.
"Enhiesto surtidor de sombra y sueño", no tanto como el ciprés de Silos y el fervor es aquí de monjas que no de monjes. Y no se cae. Es una secuoya, tan cupresácea como el famoso ciprés.
Me preguntó quién sembró secuoyas americanas en esta fría ciudad.
Ya ve, Sor Austringiliana, la vida en los árboles. Como aquel cantado por el poeta Gerardo Diego. Lo traemos a la memoria.
María Ángeles Merino
¡Qué música tan callada la de algunos árboles!
ResponderEliminarY cuentan mucho.
ResponderEliminarSeguimos con estos árboles tan altos e interesantes y al traer aquí al famoso Ciprés de Silos de Gerardo Diego, esto me recuerda, si me lo permites, a un anécdota que una vez me contaron de cómo el autor del famoso soneto, pasó la noche en el Monasterio de Silos, después de un viaje, con bastantes anécdotas, con Ángel González, también poeta y no recuerdo muy bien, si había alguno otro más. La historia es que Gerardo Diego, no se dormía, por ello se bajó al patio y allí lo compuso.
ResponderEliminarAsí es cómo nos lo contó, el mismo Ángel González en un encuentro en Rivas Vaciamadrid que tuvimos con este autor.
Besos
El insomnio del poeta dio los mejores frutos, un hermoso soneto. Y se hizo famoso el "mudo ciprés en el fervor de Silos". Los frailes siguen sus rezos.
ResponderEliminarBesos