domingo, 24 de noviembre de 2024

Para Santa Cecilia los ciento uno.

 





El señor Cayo, el recordado personaje de Miguel Delibes, nos enseñó a decir nuestra edad a la manera castellana y campesina, de cuando el santoral marcaba los días: "para San Juan Capistrano los ochenta y tres". 

Mi madre "para Santa Cecilia los ciento uno". Ella no lo expresó nunca así, pero antes siempre dejaba abierta la posibilidad de no llegar a su cumpleaños: "si llego". Ahora creo que ya se ha perdido con la cifra. El año pasado ya empezó a quitarse años. 

Y llegó a los ciento uno y disfrutó de que le hiciéramos un poco de fiesta. Y nos habló del ángel Clavel, el suyo, el que no figura en ningún santoral: "Es muy bueno y me va a ayudar".  Porque mi madre dice, a veces, que tiene miedo. "¿A qué tienes miedo mamá?" le pregunto y ella contesta: "a todo".

Y se abanica y no es por el calor. 

Y sonríe y se le avivan los ojillos con mi sobrina Paola, que le pregunta cosas de su ángel.

Ya he contado, en otras ocasiones, que mi madre se queja a su Santa Cecilia, nunca se le dio bien la música y las pasó canutas cuando, para su Magisterio de posguerra, tuvo que aprender la clave de fa. Eso y los bolillos, lo peor. 

Ya veis, ciento uno. Felicidades, mamá.

María Ángeles Merino


miércoles, 20 de noviembre de 2024

Me miro las manos






Ayer, completé mi paseo de la tarde en la exposición temporal del Museo de la Evolución: "Las manos mágicas". 

Sí, tan complejas y como si hicieran magia, "nuestro cerebro sabe muy bien lo que hacen nuestras manos", como dijo aquella maestra de maestros, la doctora italiana María Montessori. Y desarrolló un método educativo que ponía a los niños a manejar sus manos, algo extraño en la primera mitad del siglo XX. Ahora las escuelas de todo el mundo beben de las ideas de la gran María. 

Nuestras manos y la de muchos animales parten del mismo esquema; pero las nuestras llegan más lejos, desde las lascas y bifaces, que en la exposición podemos también observar. Sí, también el sangriento canibalismo, todo hay que contarlo. 

Sonaba un piano, me detuve más en algunas vitrinas, la mano humana es una obra maestra de la Evolución, de la Naturaleza o de Dios para los creyentes.

De la gran complejidad de la mano se viaja a la grandísima del cerebro, esa será otra historia, en otra exposición, anuncian 

Una mano gigante me señalaba duplicada entre espejos. Miro las mías. Carpo, metacarpo y falanges, qué cantidad de huesos y huesecillos. Hay que cuidarlas, son nuestro instrumento de precisión más  delicado. Y el brazo tira de ellas, como los hilos de una marioneta. 

El atardecer había dado paso a los rosas y morados en el cielo, a la vista desde el MEH, con la Catedral de Burgos; la que suelo atrapar con el móvil, nunca igual, siempre hermosa. 

Ya ve, Sor Austringiliana, nos miramos las manos, tan hábiles, tan capaces . Las de algunos más, como los pianistas o los pintores de miniaturas. O las de muchos que trabajan de sol a sol por un mísero sustento.

¿Y las tuyas, María Ángeles?

Escriben y trastean en este aparatejo, ayudan a leer, cuidan, cocinan, limpian, recogen, ponen en marcha electrodomesticos, tienden la ropa, riegan los tiestos, eligen y pagan compras, tiran la basura...

 Durante treinta y ocho años fueron a clase. Y cometieron equivocaciones. Confío en que los aciertos pesen más en mi balanza. 

Las manos aman, también. 


María Ángeles Merino


lunes, 18 de noviembre de 2024

Una ciudad debajo de otra

 


La ciudad vieja vive ahí debajo y, en ocasiones, asoma la nariz. Había nueve o diez Troyas, dicen, y no sé cuántas Burgos viven bajo nuestros pies. 

En la Plaza Alonso Martínez, la de Capitanía para entendernos, iban a soterrar unos contenedores de basura y ha aflorado una casa anterior al XIX, aseguran los entendidos.

¿Cómo sería esta edificacion, tan cerquita de la muralla y de la esgueva? El palacio de los Cartagena, el de las Cuatro Torres y la Casa de la Moneda andaban por ahí. Pongo en marcha la imaginación, no sé, es un trabajo el de arqueólogo que debemos valorar, para no olvidar lo que fuimos.

¿Qué harán con esto? Si hacen algo. Tal vez algo parecido a lo que hicieron al lado de la Catedral, junto a Pellejería. Registrado y tapado.

¡Cómo contrasta el verde del cableado con la vieja piedra!

Ya ve, Sor Austringiliana, las piedras quieren hablar. Abre la muralla. 

Al fondo la muralla de Burgos vista desde dentro.

María Ángeles Merino

domingo, 17 de noviembre de 2024

Coloretes con calcetin. Y Cervantes.

 


El de Júpiter ya perdió sus flores y las vecinas begonias le prestan el colorete, gracias tías. 

Alguien no sabía qué hacer con un calcetín abandonado y lo colgó, metamorfoseado en bicho negro trepador. 

El busto de Cervantes me saluda, ya son años, amiga paseante, algún sabio malandrín metamorfoseó tu calcetín, huy, rimas no, que el cielo no me dio la gracia. 

Hojas secas, muchas, para desesperación de barrenderos y regocijo de críos. 

El cartelito sigue contando que por aquí debajo corría el agua, con un ojo puesto en los vandalizadores con rotulador. 

Pasó noviembre por la mitad. 

A ver qué escribo con la foto "estilizada', cosas de domingo por la mañana, después del desayuno y liar croquetas.

Ya ve, Sor Austringiliana, coloretes con calcetín.  Y Cervantes. .

María Ángeles Merino


Escuchamos la mañana de Grieg. 


sábado, 16 de noviembre de 2024

Pisar hojas mientras el tiempo pasa.



 "As time goes by". 'Mientras el tiempo pasa" señala la canción que Sam no debía tocar. Y la tocó. Y el protagonista de "Casablanca" agarra el enfado más famoso de la historia del cine. 

'Siempre nos quedará París" decía la guapa actriz en blanco y negro. 

 Mientras el tiempo pasa, algo nos queda de nuestros "Parises propios", ni en Francia ni con besos; fue nuestro "time", "quisque con su maleta". 

Las hojas se amontonan, recupero al pisarlas a la niña de falda gris o a la adolescente de falda escocesa o vete a saber. 

Cruza alguna ráfaga  del tiempo que se fue, el crujido nos ayuda a tirar del carrete de la memoria desmemoriada, con alguna música melancólica, "As time goes by" puede servir. 

El Paseo de la Audiencia, con un poquito de sol de noviembre y la montonera de hojas. 

Mientras el tiempo pasa.

Ya ve, Sor Austringiliana, pisar hojas y recuerdos. Recordamos a Sam, con su piano,  pisando sin querer los recuerdos de Rick. 


María Ángeles Merino

jueves, 14 de noviembre de 2024

Alemanes en Zaragoza y de Camerún.

 



Ayer, en Círculo Creativo, con el periodista y escritor Sergio del Molino y  su novela "Los alemanes". 

¿Alemanes en Zaragoza? Sí y de Camerún, huyendo de la Gran Guerra, en 1916, y parece ser que con los bolsillos bien llenos, pobre Camerún, bien protegidos por un Alfonso XIII del que poco bueno se puede contar. 

Tras cuatro generaciones y ahí viven unos personajes con su desarraigo a cuestas. No es una novela histórica. 

Es una novela de algo muy habitual, de los que se han de acomodar a vivir fuera de su sitio. A mí me ocurrió, dos veces. ¿Y a vosotros?

Papeles de propaganda nazi, un extraño título de charcutero, Santo Dominguito del Val, rastros de un pasado. Uy, me la apunto. 

No la he leído, tiene buena pinta. Bien presentada por Alberto Marroquín, nos abrió boca.

Ya ve, Sor Austringiliana, alemanes maños y africanos. Desarraigo. 

María Ángeles Merino. 

domingo, 10 de noviembre de 2024

Imágenes similares de otoño. Y ochenta mil millones de neuronas que las atrapan.







 Y ya está aquí el otoño más otoño, para disfrutarlo una mañana soleada, como la de ayer. Y para que la máquina diga que acumulo imágenes similares. Similares, puede ser. Iguales nunca, apreciado algoritmo. Llevamos unos diítas como para meter la cabeza bajo el ala.

 La tragedia de la DANA nos recordaba con dolor  nuestra fragilidad ante las fuerzas naturales y la incapacidad para manejarlas. Al mismo tiempo, el ascenso del conocido energúmeno mayor del planeta nos llevaba a dudar de nuestra condición de "Homo sapiens", incluso "Homo sapiens sapiens". Seguro que el menos espabilado de los austrolopitecos conocía por dónde crecía el río con las lluvias y a qué congénere no convenía permitir organizar la búsqueda del alimento. 

 En la conferencia del MEH del viernes, Juan Lerma, un neurocientífico muy pedagógico,  nos daba el dato de ochenta mil millones de neuronas que se conectan a traves de sus neurotransmisores, millones y millones tambien.. ¿Tantas? ¿Tantos?  Y luego se interconectan las de unos con las de otros y pasa lo que pasa. 

Aquí una jubilada, un domingo, a la hora del desayuno, publicando fotos otoñales.

Ya ve, Sor Austringiliána, las neuronas la que lían.

María Ángeles Merino

https://www.youtube.com/live/3oR5GAhRz8E?si=fsgwL4SjFtqpIQh-

lunes, 4 de noviembre de 2024

Jugamos y no aprendemos



El sábado, miraba ensimismada el agua de la fuente, frente al Malatos. Jugaba con la luz y los colores de una mañana de otoño. ¡Con la que ha caído, María Ángeles! ¡Agua!

Ayer, leía al escritor Manuel Vicent, tan valenciano: 

"La tierra que te da de comer con sus frutos, puede aplastarte con un terremoto; el aire con esa   brisa tan agradable puede convertirse en un huracán devastador; el fuego que arde en la chimenea es capaz de incendiar los bosques y el agua que bebes puede llevarse por delante tu vida con todos tus enseres. Los científicos habían advertido ...sin duda algunos políticos no han estado a la altura de este cataclismo, pero si algún miserable trata de sacar partido de esta desgracia echando la culpa al adversario será como uno más   que aprovecha el caos para realizar un pillaje en un supermercado...es el momento de la solidaridad y el arrojo ante el infortunio. Con muchas lagrimas los muertos serán enterrados...seguiremos jugando a desafiar a la naturaleza, como siempre, sin haber aprendido nada."

("Valencia en el corazón", domingo 3 de noviembre de 2024, El País)

No aprendemos, nunca aprendemos, Manuel Vicent. El agua sigue su camino.

Ya ve, Sor Austringiliana, palabras de valenciano.

Valencia, en el corazón de todos. 

María Ángeles Merino



domingo, 3 de noviembre de 2024

Pensamientos y soledades

En la orilla del río Vena, han plantado pensamientos de tres colores. Me acerco y pienso en pensamientos, entro en el "mí mismo" en el que no entra nadie, soledades a las que voy y vengo. No puedo venir más lejos, como escribía Lope en un poema del que recuerdo algunos versos. Lo busco en el móvil, el móvil lo guarda todo, en sus canalículos. 

 Y leo a Lope. Y recuerdo a una madre de familia, basilisca, indignada porque su hijo había de leer a sus tiernos seis años un poema que "por lo menos" tenía cien años. 

No señora, tiene más de  cuatrocientos. Era 2007, paciencia. 

El pensamiento viaja lejos, en el tiempo también. Todo empezó por unas florecillas. 

Y, en el móvil, Ara Malikian, tocaba "Pisando flores", con su violín. 

Leemos a Lope: 

"A mis soledades voy,

de mis soledades vengo;

porque para andar conmigo

me bastan mis pensamientos.


¡No sé qué tiene la aldea

donde vivo y donde muero,

que con venir de mí mismo

no puedo venir más lejos!"

...

(Felix Lópe de Vega y Carpio, de dominio público pues hace más de cien años que murió).

Ya ve, Sor Austringiliana, pensamientos y soledades.

María Ángeles Merino