Una mujer con sus patatas y su balanza frente al antiguo palacio arzobispal derribado a priincipios del XX, el que quitaba vista a la Catedral de Burgos.
La imagen llamó mi atención por la portada desaparecida; pero enseguida mis ojos se dirigieron hacia la vendedora y su mercancía. Y un poco más allá el husillo, junto a la puerta del Sarmental.
Me quedé imaginando el mundo que vivía la señora de las patatas con el mandil a rayas: compradoras más que compradores, criadas y criados con capazo, eclesiásticos saliendo del palacio arzobispal o de la catedral, al vuelo su manteo y su sombrero, las voces de las vendedoras, el regateo, las campanas volteando, es la hora, las viejas encogidas de negro van a su misa y rosario, un cura que alarga la mano para el beso en el anillo y algún rapazuelo que merodea la mercancía calculando por dónde salir corriendo.
Un establecimiento fotográfico en la Plaza de España, en los bajos del Mercado Norte, nos muestra una serie de imágenes del pasado, con un denominador común: gente vendiendo. Supongo que es una despedida al Mercado Norte que van a derribar y ya está en marcha el provisional. Es un buen detalle del fotógrafo, antes de abandonar su local para siempre.
Ya ve, Sor Austringiliana, un gesto muy de ahora: sacar el móvil y disparar, con los reflejos inevitables. Me acuerdo de cuando nos reíamos de los japoneses.
Como fondo musical de esta entrada, aquella canción de Mocedades que decía: "Quién quiere vender conmigo la paz de un niño durmiendo, la tarde sobre mi madre y el tiempo en que estoy queriendo".
María Ángeles Merino
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