No sé si recuerda, amiga Sor Austringiliana:
En septiembre de 2017, publiqué una entrada sobre la Catedral de Burgos, mientras leía a Azorín, en "La cabeza de Castilla", y le hacía un poco la réplica:
Eran los recuerdos de una niña de la calle de la Paloma que entraba y salía con toda libertad por la Catedral:
"El Martinillo pone orden y todos a abrir la boca más que el Papamoscas. De niña, sí, yo oía mis pasos en la Catedral, tan accesible entonces. Entraba y salía como Pedro por su casa. Bueno...era la casa de enfrente, en la calle de la Paloma..."
"El mosaico de colorines que el rosetón pintaba en el suelo. La luz cenital que se filtraba sobre las esculturas del cimborrio. ¡Mirabilia! ¡Qué sencilla la losa del Cid, ahí abajo! Sonaba el llavero del sacristán. Olía a velas espabiladas y a incienso agitado. Una mujer de negro bisbiseaba rosarios y soledades. Un cura soñaba en el confesionario. Un peregrino andrajoso contaba que venía de muy lejos. De pronto, chirriaba la verja y los niños salíamos corriendo. No se juega al escondite, ni a pillar, en la catedral. Tan negra y churretosa, amenazaba ruina y, aún así, hechizaba. Tuvo que caer San Lorenzo...¡Qué sorpresa cuando nos la lavaron la cara!"
El 20 de julio de 1221 se puso la primera piedra. Ya ve, Sor Austringiliana, ochocientos años cumplió en julio. ¡Y sigue tan bella!
"Pulchra es et decora".
María Ángeles Merino
Y ahí está, tan moza.
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