Esta "campa" del cerro de San Miguel, en Burgos.
Aquel día de junio cantaban las chicharras. Sabíamos que Curry estaba malito, muy malito. Estábamos mi hermano, mi sobrina y yo. Subimos con él a esta campa, donde tanto disfrutó en su vida. Lo primero que hizo fue levantar la cabecita para captar los olores del campo. Sacamos la pelota verde y amarilla, ésa que no le dejábamos porque se alteraba demasiado. El efecto fue mágico.
No quise sacar a mi perro en el vídeo, pero allí estaba; tal vez se oiga su respiración...
Curry murió, en mis brazos, el día en que entró el verano.
Sor Austringiliana cuida de él.
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